jueves, 14 de junio de 2012

Nereo Lopez Meza

NEREO LÓPEZ-MEZA 

A sus noventa años, el maestro cartagenero Nereo López , considerado uno de los más grandes retratistas de Latinoamérica, dice que sigue siendo un apasionado de su oficio.

Es uno de los fotógrafos más reconocidos de Colombia. Comenzó su carrera en Barranquilla, Colombia, en 1952, cuando trabajó como corresponsal de fotografía para los periódicos nacionales El Tiempo y El Espectador, y para la revista Cromos.

Entre los logros más importantes de Nereo se encuentran la dirección y actuación en el film experimental, "La Langosta Azul" (The Blue Lobster) en 1954, el debut como libretista del novelista colombiano Gabriel García Márquez. Nereo ganó el Primer Premio en el Concurso Internaciónal de Fotografía de Kodak en la Feria Mundial de Nueva York en 1963. Fue además el único fotógrafo colombiano seleccionado para viajar con el Papa Pablo VI en su viaje a Sudamérica. En 1982, Nereo fue el representante oficial de fotografía de Colcultura (la agencia colombiana de cultura) en Estocolmo, Suecia, donde cubrió la ceremonia del Premio Nóbel y la presentación del premio a Gabriel García Márquez.

Su ilustre carrera fue reconocida además cuando el Centro de Enseñanza y Cultura Fotografíca abrió en Bogotá en 1987. Nereo: Homenaje Nacional de Fotografía fue publicado en 1998. Recibió también la Gran Orden del Ministerio de Cultura de Colombia, el más alto honor que puede recibir un artista en Colombia. En el año 2000, el Presidente colombiano Andrés Pastrana le otorgó la Orden de Boyacá en el grado de Gran Oficial, la máxima condecoración que otorga el gobierno colombiano a sus ciudadanos.

La fotografía de Nereo es reconocida como una de las más importantes documentaciones visuales de la historia de Colombia.

ha pasado sesenta de sus 92 años trabajando para los mejores periódicos y revistas de su país, viajando alrededor del mundo junto a personalidades como Gabriel García Márquez y el Papa Pablo IV, y capturando con su lente visitas a Colombia de presidentes como John F. Kennedy y Richard Nixon. Sin embargo, lo que verdaderamente revela su genio como fotógrafo son sus ensayos fotográficos de lugares como el corazón de la jungla Amazónica, las calles de Bogotá, o recorriendo el río Magdalena (el cual volvió famoso el libro de García Márquez El amor en los tiempos del cólera). 

Nereo López

Nereo López
24 de abril de 2006
Una Semblanza
El archivo fotográfico de Nereo López es una de las muestras más importantes y reconocidas del país, tanto por la calidad de su bora como por la variedad de imágenes que lo conforman, gran parte de ellas dedicadas a la diversidad recursos_user/documentos/migracion/musical colombiana que se ha mantenido de generación en generación.
Justamente con imágenes tomadas entre 1950 y 1970 se ilustra la exposición Al son de la tierra, Músicas tradicionales de Colombia que se exhibe actualmente de manera simultánea en todos los municipios de Colombia.
Por Sergio Zapata
Nereo ha cultivado la palabra y las imágenes a lo largo de sus ochenta y cinco años de vida. Nació en 1920, en Cartagena, y antes de cumplir los veinte años se encontró, casi por accidente, con una cámara fotográfica entre las manos. A partir de ese momento ha acumulado miles de negativos y de fotografías que hoy conforman uno de los patrimonios gráficos más importantes del país. Ha guardado historias, una agilidad sorprendente, vitalidad y la irresistible energía que le impide detenerse aunque sólo sea un momento para descansar entre sus múltiples ocupaciones. Mientras está en Bogotá, unos pocos meses al año, despierta temprano, come frugalmente un platón de cereales o una fruta e inicia su jornada todos los días a las cinco y media de la mañana. Su alimentación se limita a dos comidas diarias, que controla religiosamente y lo mantienen en forma. Nereo ha sido casi autodidacta: aprendió de un fotógrafo itinerante los secretos del revelado y los puso en práctica utilizando platos de cocina como recipientes para las películas, en una época en la que escaseaban los insumos fotográficos y en la que comenzó a adquirir libros sobre la materia cuando aún eran una rareza en el país. Hoy, su apartamento del centro de Bogotá no suma más de cincuenta metros cuadrados y está lleno de archivos de todo tipo: una colección de libros sobre fotografía, enciclopedias, cintas magnetofónicas, discos de larga duración y cajas con cientos de negativos que están catalogados con una precisión y un código sólo comprensibles por él mismo.
Nereo habla. Cuenta sin parar historias inconfesables que se resisten a ser registradas por cualquier grabadora de bolsillo, y le abre las puertas de su casa a cualquiera que quiera conversar con él. Recuerda sus tiempos de la Langosta azul, cuando fue llamado a participar, en calidad de director de fotografía, en el rodaje de la primera película colombiana “con un argumento surrealista de ciencia ficción” y terminó siendo el actor principal; se pasea por el recuerdo de amigos, por los días de La Cueva en los que intimó con el grupo de Barranquilla, regresa a sus correrías y a su dedicación al administrar el Teatro Libertador de Barrancabermeja cerca de 1947. ¿De dónde ha sacado tanta energía este hombre que no para de reírse con sus propios cuentos y que baja la voz socarronamente cuando decide relatar una aventura con una mujer perdida en la geografía colombiana? Del trabajo, confiesa. Y de la búsqueda incansable de la imagen perfecta. Y de la curiosidad. Y de las ganas de vivir a plenitud. Aunque ha conocido personajes encumbrados Nereo no cambia. Habla con el hombre de la esquina como lo haría con un presidente. Observa a las mujeres con el ojo del fotógrafo y con el ojo del hombre caribe que es. Regala con sus historias al vecino más cercano y es atento, siempre ofrece bebida a sus visitantes.
Entre 1952 y 1957 se convierte en corresponsal para Barranquilla de los periódicos El Tiempo y El Espectador. Poco después se le ve en Bogotá como jefe de fotografía de la revista Cromos. En el 58 funda su propia agencia noticiosa. En los últimos años ha sido galardonado con numerosos premios, entre ellos el Premio Vida y Obra que otorga el Ministerio de Cultura, en el 2002, la Cruz de Boyacá en el 2000, condecoración más importante que otorga el Gobierno Colombiano a aquellas personalidades colombianas y de países amigos que han sobresalido por la excelencia en sus servicios al país y recibió el Homenaje Nacional de Fotografía, junto con la “Gran Orden del Ministerio de Cultura” en 1997.
Nereo está acostumbrado a calzar botas. No entiende de otro vestido para sus pies. Y duerme sobre un camastro sencillo y duro, como lo haría un asceta en su celda. ¿Guardar para el futuro? Esa no es una posibilidad para Nereo, quien vive su día como si fuera el último.
Recorrió el país cuando trabajaba como corresponsal para la revista brasilera O’Cruzeiro en la década de 1960 y aún conserva material que le daría para hacer una decena de libros. De ahí sale buena parte de las imágenes que conforman esta exposición sobre músicas tradicionales de Colombia. Siempre con el ojo en la escena callejera, entrenado en el oficio de la reportería gráfica, Nereo retrató la vida cotidiana de los colombianos incansablemente y ahí reúne imágenes para más publicaciones. Las tiene organizadas por temas, con textos breves escritos por Manuel Zapata Olivella, en encuadernaciones rústicas que paga de su bolsillo y que presenta con vehemencia. Conserva una colección enorme de discos de vinilo y un reproductor estereofónico invaluable. Vive en Nueva York y tiene planes para embarcarse en un motor que lo conducirá a lo largo del Amazonas desde Leticia hasta Manaos. ¿Sus fotografías? Son tantas, están cruzadas por tantos personajes captados al vuelo, se entremezclan con paisajes y hombres anónimos y se animan unas a otras alimentadas por la vigencia estética de su textura que sería inútil hablar de ellas. Lo dicen todo en sí mismas. Sin embargo, Nereo las revisa una y otra vez, en un afán por digitalizarlas que las convierte en documentos vivos de su tiempo, que no es otro que el de la segunda mitad del siglo XX. Aunque ha realizado su obra él se resiste a terminarla, la actualiza con puntadas casi a diario, la reinventa y se reinventa a sí mismo. Sus archivos, gran parte de ellos al cuidado de la Biblioteca Nacional de Colombia, responden a distintas catalogaciones: hombres de música, regiones geográficas, personajes del común, toros, ríos y mujeres, siempre mujeres que se cuelan entre los negativos del fotógrafo para ser luego examinados con paciencia y transformados en imágenes cargadas de color, porque Nereo experimenta, se alimenta de nuevos materiales y le da a su oficio un nuevo aire producto de su contacto con la tecnología. Durante más de medio siglo ha captado la vida de un país que hoy vuelve sobre sus tradiciones al desarrollar, dentro del Plan Nacional de Música para la Convivencia, un Programa de Músicas Tradicionales, el mismo que es presentado ahora y en el que se reconoce la vigencia de un trabajo gráfico que se preocupa por la tierra, sus habitantes y las costumbres que los identifican.

(Tomado de la pagina web del Ministerio de cultura y la Página Web de la Editorial Campana)

Imagenes de Nereo Lopez: